La historia de la Historia

Desde tiempos remotos y quizá en todas las culturas, la historia ha sido considerada la magistra vitae de los pueblos. La maestra de la vida que brinda duras lecciones a partir de dolorosas experiencias. Sin embargo, no todos los pueblos aprendieron de la misma forma. Ya sea por medio de documentos y libros como en nuestros tiempos o a través de la transmisión oral, generación tras generación como antaño, esta infalible instructora se ha prodigado en clases magistrales.

Pero como si se tratara de la palabra de Dios, las lecciones de la historia son interpretadas por los profetas, los hermeneutas, intérpretes del pasado tan capaces de explicar los hechos tal cual ocurrieron, así como inventar los más fabulosos mitos en torno a dioses y héroes, sin ningún reparo en el rigor científico. Esto dependerá de la ideología abrazada por los historiadores. Mientras un positivista se limita a leer documentos, un nacionalista adornará con dudosas virtudes a los prohombres de su patria.

En el Paraguay hemos tenido historiadores para todos los gustos, desde los más encumbrados científicos hasta los más descarados falsificadores. Desde los tiempos de O'Leary y su memorable disputa intelectual con Cecilio Báez, y hasta el presente, la Historia ha sido cuestión de ideología para muchos. Pues, como diría el gran historiador Eric Hobsbawm (1998) “El nacionalismo requiere creer demasiado en lo que es evidente que no es como se pretende” (p. 20). Evidentemente el camino es otro, uno que nos lleve a conocernos genuinamente y aceptarnos como somos (no como nos gustaría) para forjar nuestro propio destino.

Aldo Cabrera.

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